No escribo para hacer historia, sino para contar una historia que tomó forma por si misma a través del tiempo. No escribo para que les guste, escribo porque yo lo amo. No escribo para ustedes, escribo para los personajes, pues son quien necesita vida. No escribo para que les guste, sólo escribo por contar.

Rosas de invierno para un día lluvioso (Fragmento)

No sé si como fragmento es comprensible, pero como capítulo
completo es mi favorito..

Y si, me encantaría ser Alice.


Se apoyó en el capó del auto, colocando su mano derecha sobre su frente, suavizando las arrugas de preocupación que se habían formado en ella.


¿Dónde más podría estar Alice si no estaba en el departamento de Alexander? Ya había buscado en casa de José Miguel, aunque no sabía muy bien que podría Alice haber estado haciendo allí; También había llamado ya a Victoria sin obtener muchas respuestas y aunque después de todo lo que había pasado entre Diego, Alexander y Alice se había disuelto el trio dinamico, aún así, había llamado a Diego, sin obtener ninguna respuesta, de ningun tipo. Había llamado a Adabella recientemente y estaa ya marcando el número de Amy con dedos veloces, cuando se cayó en la bcuenta de lo obvio.


De no estar con Alexander, quién después de los recientes hechos había tomado con una rapidez asombrosa el lugar de Diego en la vida de Alice, ella debía estar en el parque, bueno, realmente el nombre parque no parecía el apropiado para un área de 5x5 metros de arena, donde había un par de columpios en medio, pintados de brillante color rojo, un resbalin y un gira-gira... si... mejor sería llamarlo Plaza.


Desde que Pablo había ido la primera vez a casa de Alice, hacía ya muchos años, conocía su escondite; Aunque en ese entonces Pablo prefería negarse a los hechos, sabía porque ella se lo había mostrado a él, porque le confiaba el único lugar donde nadie la buscaba.


Se subió al auto con rapidez, reprochandose el no haberlo visto antes, de haber llamado a Amy esta se hubiese reído de él por al menos un par de semanas.


Mientras cruzaba el puente, apretaba el acelerador a fondo de forma inconciente. No era la primera vez que pasaba y sabía que no sería la última y aún así, no conseguía que fuera lo primero que cruzara su mente.


La niebla comenzaba a expandirse en todas direcciones, haciendose cada vez más espesa y a media que se alejaba de las aguas del puente se hacía menos turbia. Pablo, claro, ignoraba todo aquello, demasiado concentrado en encontrar a su novia.


Serpenteó entre las calles oscurecidas de San pedro hasta la antigua casa de Alice, dobló en la esquina de esta y se encontró enseguida con los veinticinco metros cuadrados que conformaban la plazita.


En el centro de la estancia, alumbrada solo por la luna llena, una pequeña figura, apenas se balanceaba en el columpio unos centimetros, era un movimiento casi imperceptible, pero de moverse, se movía.


Alice envolvía con una de sus pequeñas manos la cadena del columpio y mantenía su cabeza apoyada en ese mismo brazo. Su vestido rojo, o lo que se veía de el debido a que en su mayoría estaba oculto por el abrigo de diseño que la protegía del frío, ondeaba en el viento, al igual que sus bucles castaños. Mantenía los tobillos cruzados, dejando que sus zapatos de tacón apenas rozaran la arena.


Pablo se bajó del auto y caminó, con la mayor calma que fue capaz, hasta donde se hayaba ella. Rodeó las hamacas y se sentó en el columpio del lado.


Alice apenas lo miró de reojo, suspiró y mantuvo la vista fija en el vacío. Esperó varios minutos antes de hablar.


-¿Cómo me encontraste?

-¿Cómo no hacerlo? Te conozco mejor de lo que me conozco yo mismo...

Ella no contestó nada.

-¿Qué fue lo que paso?

-Yo... no lo sé exactamente... –pareció dudar si continuar, pero finalmente suspiró y añadió- ya lo sabes todo... no resistes entrar en mi mente, menos cuando no te voy a reprochar por ello.

Él negó con la cabeza y dejó escapar una risa entre dientes.

-Cuentame... Victory solo me mostró que de pronto la abrazabas y al segundo siguiente te pusiste de pie, corriste a la habitación y saliste del departamento con el abrigo a medio abrochar...

-Yo... no tengo una explicación la verdad –recien entonces se volteó para mirar a Pablo, con sus ojos verdes vacíos, unas cuantas lágrimas en sus mejillas pálidas y una sonrisa triste en sus labios- siento haberte preocupado... debí suponer que Victory te mostraría lo sucedido, es solo que... no quería que ella me viera así...

-Lo supuse... por eso la dejé con Alexander mientras te buscaba... estaba encantado de quedarse con ella un rato –lo último preció decirlo más para si mismo que para Alice.

-Oh...


Ambos guardaron silencio después de ese breve intercambio de palabras. Fue Alice quien rompió el hielo, aunque su voz era apenas más fuerte que el sónido del viento.

-Ya no... estan...

Pablo apenas tardó una fraccion de segundo en darse cuenta de quien hablaba.

-Si...

-Se han ido –sus labios apenas se movían al pronunciar las palabras, al punto de que Pablo comenzaba a creer que escuchaba su mente y no su voz.

-Si...

-Los extraño, aunque hayan sido como fueron conmigo

-Los amabas, esta bien... no te culpo.

-No es eso tampoco... es que yo... me siento... sola...

-¿sola?

-No es por ti, o sea, tú me haces mucha compañía y Victory y Alexander... pero hay cosas que me faltan en este minuto... creo que aún no me acostumbro a... la idea.

-Hay algo más..

-¿qué?

-No lo sé, Alice, tú no me lo estas diciendo...


Ella guardó silencio un buen rato, antes de bajar la vista, ocultando el rostro tras una cortina de bucles chocolate, al darse cuenta de que hablaba Pablo, pero él al parecer, ni se había enterado.


-Yo... necesito saber una cosa, pablo y no quiero que me mientas por no herir mis sentimientos... porque creo que ya peor no podría estar –ante el comentario, Pablo resopló pero no replicó nada. Alice lo ignoró- pero necesito que me contestes, ¡sin mentirme! –con esas últimas palabras, el tono de su voz se elevó al menos dos octavas, junto con esto, levantó la vista hasta la del chico, solo para mostarle como su rostro estaba cubierto de lagrimas, como sus ojos estaban turbados por el dolor, la pena, el remordimiento y el miedo.

-Lo que sea, Alice, solo dímelo.

Ella respiró varias veces y miró a los ojos de Pablo fijamente mientras hablaba.

-¿Estas harto de mi? ¿Te aburre mi actitud? ¿Te aburre que siempre llore o que este colgada de tu cuello para poder respirar? ¿O el hecho de que cuando estoy mal, nada puede calmarme más que tú y que tengas que quedarte conmigo durante horas? Necesito... necesito que me digas la verdad, Pablo...


Él la traspasó con la mirada. Un escalofrío recorrió la espalda de la chica, pero ninguno se fijó mayormente en eso.


Pablo evaluó la situación con la cabeza fría. Alice aún permaencía sentada en el columpio y las lágrimas que cubrían su rostro, reflejaban la luna, como si fueran diamantes. La mente de la chica no albergaba ninguna duda sobre lo astiado que él debía estar ya. Ella estaba pensando en cortar las ataduras de él por lo sano y dejarlo, aunque eso solo le causara dolor. Pablo no la comprendía, ¿es que acaso era tan poco obvio que ella era todo para él? Sin Victory podría sobrevivir o al menos eso creía, pero sin Alice... ¿es que ella no veía lo que todo el mundo si? ¿tan ciega estaba? No encontraba la lógica en los pensamientos de la castaña. ¿En Que podría ayudarlo que lo dejara? El muchacho suspiró y se puso de pie, para luego acuclillarse hasta la altura de ella.


Tomó el rostro de Alice entre sus manos y la miró directamente a los ojos. Ella quería bajar la mirada, pero no era capaz. Había algo en él que la obligaba a sostenerla.

-¿Quieres saber la verdad?

Ella, incapaz de hablar, por ese nudo en la garganta e incapaz de moverse, cerró los ojos una vez de forma suave, a modo de asentimiento.

-Eres tan ridícula –murmuró él, con ese tono meloso hipnotizante- escucha, Alice, no estoy harto de ti, nunca podría hartarme... nunca, aunque te tuviera conmigo durante milenios... nunca podría dejar de maravillarme cada reacción que tienes, no importa lo rídicula que sea, no importa las veces que la haya visto antes... no me importa y nunca me va a importar...

-No es...

-Cállate, déjame hablar – apretó los labios hasta que formaron una delgada linea recta. Sus facciones estaban tensas y las arrugas de la preocupación se habían vuelto a formar en su frente. Frente a todo esto, sus ojos grises, parecían demasiado determinados. Sin embargo, el resto de su cuerpo, igual de tenso que sus facciones, traicionaban su autocontrol – No estoy harto, no voy a hartarme tampoco... no corresponde, no va conmigo hartarme de lo que amo y me apasiona. Llevo quince años programando computadores y aún no me aburro.. –se rió entre dientes ante su rídiculo comentario- Yo... no encuentro la lógica en tus pensamientos Alice, realmente lo intento con todo mi ser, pero me es imposible... ¿es que no comprendes lo que eres para mi? No veo en que modo podría ayudar que me dejaras... a ninguno de los tres... Victory esta demasiado acostumbrada a que ambos le revoloteemos en rededor todo el tiempo. Tal vez no lo crees, Alice, pero mi amor por ti es demasiado ciego... ¿es que no lo ves? Que te amo más de lo que nunca podrás imaginar, más de lo que nadie a amado a otra persona... Nunca...

>>Que la gente diga lo que quiera, ¿si? Tal vez era muy joven cuando me enamoré de ti, pero eso no ha cambiado con el paso del tiempo y nada lo va a cambiar, después de todo lo malo que he hecho en mi vida, después de todo lo que hay en mi pasado... y tu lo sabes y me aceptas y... no hay nada en el mundo que lo valga. Después de todo eso... yo nunca me imaginé que tú, siendo como eres, tan tierna, tan ingenua, tan fragil, tan.. pura, podrías fijarte en mi, podrías amarme como lo haces.. no lo comprendo, llevo años intentandolo y no lo comprendo... pero ahora, todo lo que hay en tu mente es la posibilidad de que hasta aquí llego todo... ¿estás segura que no eres tú la que se aburrió de mi?—

-¡No! –lo interrumpió ella con su vocecita aguda –Pablo no es eso, nunca podría—

Él levantó una mano, haciendola callar al instante.

-Déjame terminar... no lo comprendo, estás tan convencida de que me tienes aburrido a mi y a toda la gente que te rodea... Alexander ya me lo había comentado pero no lo tomé demasiado en cuenta... Nadie se aburre de ti, Alice, ni siquiera José Miguel –su risa repiqueteó en la oscuridad, mientras presionaba su fría frente contra la de Alice –Ni siquiera él, para que te figures de que va la cosa... Le encanta pelear contigo, aunque siempre le tires los mismos insultos—

-Eso no es ver—

-¡Chist! –Pablo suspiró de forma cansada -¿Es que no me puedes dejar terminar la frase una vez?

-Lo siento...

-¡Y otra vez!

-¡Pablo!

-¡Alice, cállate! ¡Déjame hablar por favor!

Ella asintió con la cabeza una vez y luego se secó las lágrimas antes de quedarse tan quieta como una estatua.

-Eres todo, todo para mi, Alice Dawson, no hay otra nada que valga todo lo que has hecho por mi, no hay nada más importante. ¿Cómo puedes decirme que para mi habría algo mejor que tu?

¿Algo mejor que esto? ¿Cómo podría estar contigo sin ser feliz a cada instante? Hasta los peores momentos, contigo, son los mejores, Alice, nada se compara a ellos.

>>Nada, nada nunca podría compararsele.... nada nunca podría mejorarlo... porque no hay nada que yo quiera más

El muchacho tomó otra vez el rostro de alice entre sus manos.

-¿eres capaz de comprender lo que te estoy diciendo?

Esperó una respuesta que nunca llegó.

-¿Aún no ves cuanto significas para mi?

De pronto las lágrimas comenzaron a caer por su rostro de nuevo.

-¿No estás diciendo esto por no herirme? Seré una niña grande, podré superarlo, pablo.

Él suspiró.

-En primer lugar, no eres una niña grande... eres una mujer y de todos modos aparentas ser una niña pequeña. En segundo lugar, nada de esto es por no herir tus sentimientos... necesito que entiendas las cosas.. necesito que lo sepas.

-Es solo que... tampoco lo comprendo, Pablo; ¿Cómo un ser tan maravilloso como tu, podría fijarse en mi?

-Yo creo que la cosa es al revez.

Alice negó con la cabeza y bajó la vista.



Pablo volvió a ver la situación desde afuera. No era el lugar, el momento, ni la situación que había imaginado, pero solo era una pequeña dificultad, un cambio en los planes, después de todo, ¿quién le aseguraba que las inseguridades de Alice no cortarían las cosas antes de que tuviese tiempo de demostrarle cuanto la amaba?


Ella lo miraba, intentando traspasar la barrera imperturbable de sus ojos grises, pero no había nada en ellos que ella pudiera leer.

-¿Puedes esperarme un minuto? –preguntó él de pronto, aunque su voz deseaba permanecer imperturbable, había un dejo de nerviosismo en ella.

¿Pablo estaba nervioso?

Alice asintió una vez con la cabeza, incapaz de emitir sonido alguno.


Pablo se puso de pie con elegancia y caminó hacía el auto con paso rápido, sus pisadas apenas hacían eco en la arena y su abrigo ondeaba con el viento; Todo el ambiente allí, le daba el aspecto de un vampiro real, no el de un humano alterado genéticamente. Sin embargo, Alice ni siquiera se molestó en seguirlo con la mirada y mantuvo loa vista fija en las sombras que proyectaba todo a su alrededor bajo el efecto de la luz de la luna.


Pablo se subió al auto y abrió un compartimiento que estaba sobre la radio. De allí sacó la caja de terciopelo negro y se la guardó en un bolsillo del abrigo. Cuando iba a salir del auto se quedó paralizado al ver la pequeña figura de Alice a lo lejos.


>Tal vez no debería hacerlo ahora, debería esperar a que todo haya terminado... ¿no será muy arriesgado para ella?

>¿Crees que de ser demasiado arriesgado para ella estaría proponiendolo siquiera?

>No lo sé, es solo que no quiero que ella corra peligro alguno.

>Siempre corre peligro, eso ya lo sabes.

>Yo la pongo en peligro...

>Nadie te lo discute –convino su mente en su discución interna.


Se llevó la mano derecha a los ojos y los cubrió, intentando quitar de su mente los pensamientos negativos y los efectos colaterales que sus siguientes acciones podrían conllevar.


Se bajó del auto y cerró la puerta tras de si, el paso lento y profundo de su caminar, al contrario de cuando se dirigía hacía el auto, marcaba sus hueyas en la arena.


Rodeó los columpios otra vez hasta quedar frente a ella. Sus ojos verdes, mostraban inquietud y refulgían de curiosidad con una pregunta no expresada en voz alta.


-¿Esta todo bien? –preguntó ella, levantando la mano de forma insegura hasta posarla en el rostro de Pablo, que se había acuclillado hasta su altura.

-Todo en orden –replicó él, mirando sus ojos.

Ambos guardaron silencio, mientras Pablo sopesaba las palabras.


-¿Sabes? –peguntó él con un tono que intentaba ser casual, pero que estaba cargado de una determinacion oculta- Pretendía esperar hasta que se diera la situación propicia para esto, pretendía que hubieran candelabros y platos elegantes, pero no sé si valga la pena esperar hasta entonces con tus inseguridades... Quería esperar, pero eres tan insegura de ti misma y del amor que siento por ti, que nadie ni nada me asegura que no vayas a dejarme en un futuro cercano... así que estoy jugando la última carta para demostrartelo.


Mantuvó los ojos fijos en los de Alice, quien no parecía comprender nada, mientras su estatura disminuía a medida que se arrodillaba en una sola pierna.


Del bolsillo de su abrigo sacó la caja de terciopelo negro y la respiración de Alice se quedó a la mitad, con el aire a medio expulsar y su cuerpo tieso.


-Es la única forma que veo ahora, para mostrarte lo que significas para mi... sé que aún eres muy joven, que soy casi dos años mayor que tu y que tenemos puntos de vista de la vida muy diferentes, pero aún así, yo... sabes, no sé muy bien como hacer esto, para que encaje con tus sueños... nunca he visto una película romantica en la vida.... en fin... yo...–en ese instante Alice pudo ver los nervios reflejados en cada celula del cuerpo del muchacho -¿Quieres... tú quieres casarte conmigo?


Los ojos de Alice quedaron como perdidos, su expresión en blanco y sus labios entreabiertos formaban una perfecta “o” producto de la impresión.


Hubo un largo silencio, o al menos a ellos les pareció muy largo, mientras se miraban a los ojos, Alice con los ojos a punto de salirse de sus orbitas y sus manos entrelasadas sobre su regaso. Pablo con la cajita de tercipelo abierta, enseñando un delgado anillo, entretejido en fibras de oro y plata, con una piedra amatista en forma de estrella de doce puntas.


Pablo no lo vio venir y de pronto tenía a Alice sollozando entre sus brazos paralizados por la impresión.


-Es increible que me quieras de ese modo, a mi, a una simple humana... no puedo creerlo... es simplemente que no puedo creerlo.

Pablo se rió entre dientes y la obligó a alejar el rostro de su cuello para mirarlo a los ojos.

-¿Eso es un si?

-Yo, no... no lo sé...

Pablo cerró la boca con tal fuerza que sus dientes produjeron un estrepitoso ruido al chocar.

-No, ¡Pablo no es eso! –se apresuró a añadir al ver el semblante del chico- lo que quiero decir es.. ¿realmente quieres casarte conmigo? ¿crees poder soportarme para toda la vida?

Su rostro cambio con una rapidez asombrosa hasta relajarse completamente, hasta tal punto que comenzó a reir entredientes de alivio.

-Si es lo que te preocupa... puedo soportarte para siempre, alice –prefirió ahorrarse el hecho de que él no tenía muchas esperanzas sobre que estuvieran juntos por siempre dada su condicion de fugitivo de unos genetistas psicopatas. Luego añadió-: aunque no creo que la palabra sea soportarte... sería más... amarte.

Sin poder detenerla, una sonrisa radiante se extendió por el rostro de Alice, mientras apretaba el abraza en torno al cuello de Pablo.

-Entonces... de ser así el caso... yo... te amo y... si quiero casarme contigo –apenas fue un murmurllo en el oido del muchacho, pero eso le basto para autodenominarse el ser más feliz del Universo.

El muchacho rodeó su cintura con los brazos y la besó en la mejilla hasta llegar a los labios. Luego la alejó de su cuerpo para mirar de forma significativa la mano de la castaña.


Alice le tendió su pequeña mano con delicadeza. Él la observó durante varios segundos, mientras la sostenía. Sacó el anillo de la pequeña cajita y lo deslizó en el dedo indice de la muchacha.


Ella exhaló todo el aire de golpe en cuanto vió el anillo puesto en su dedo. Levantó la mano para observarlo contra la luz plateada que proyectaba la luna.

-Yo.. es hermoso... no debiste molestarte...

-No es nada... en serio.

-Pero... ¿cómo supiste del diseño? Nunca lo pensé estando contigo al menos...

Pablo se pasó la mano por entre los cabellos y se rió de forma nerviosa.

-Debo reconocer que... tal vez mientras dormías o mientras te duchabas... me dedicaba a hurgar en tus croqueras y tus cajones...

Ella hizo una mueca, pero no dijo nada y continuó mirando el anillo.

-Es hermoso, Pablo y debió costar una fortuna... no debiste.

-Dinero es lo que me sobra, Alice, ya te lo expliqué cuando compré el penthouse.

-Si, pero no me gusta que lo derroches en mi, me siento mal, porque nunca quieres que te regale nada...

-No es un regalo, Alice, es lo que correspondía... yo te estoy pidiendo matrimonio...

-Aún no me lo creo.

Él volvió a reir, pero ya no era una sonrisa nerviosa ni una risa de alivio, era una carcajada de autentica felicidad.

-Bueno, tal vez tengas solo un par de minutos para asimiliarlo, antes que comienze a llover...

Ella levantó la vista hacía el cielo y una gota de lluvia se estrelló contra su mejilla, ya de por si, humeda producto de las lágrimas.

Se abrazó a Pablo y lo besó en la mejilla, con toda intención, mientras enredaba los dedos en el cabello negro del chico, jalando de él, hasta que sus labios se rozaron.

-Aunque puede ser que la lluvia no sea un real problema –murmuró él

-si... –murmuró ella mientras Pablo besaba sus labios, ya había comenzado a chispear, pero todo lo que no fuese ellos, estaba en un universo completamente aparte.


La lluvia comenzó a hacerse más copiosa a medida que avanzaban los minutos y el viento, que se hacía más violento, elevaba los cabellos de Alice en el viento. Pablo intentaba sacar la mayor ventaja de esto, presionando la nunca de la chica, para atraerla más contra él.


De pronto, Pablo la alejó un par de centimetros de si para mirarla. Ella aún mantenía los ojos cerrados con suavidad y sus pestañas proyectaban largas sombras sobre su piel pálida. Sus labios estaban entreabiertos y sus mejillas sonrosadas. Su pecho, contra el de pablo, subía y baja con rapidez y sus manos aún estaban entrelazadas con delicadeza en el cabello del pelinegro.


-Vas a enfermarte –le murmuró en el oído, haciendola estremecer.

-¿Qué? –Alice abrió de golpe los ojos y se encontró con la lluvia que los envolvía.

-Te vas a resfriar, Alice –se rió él, señalando con la cabeza el piso. Antes de arena, ahora un tierral o algo similar.


Ella no se había dado cuenta que estaba arrodillada en la arena, donde ahora había una gran charca de agua, bajo el columpio. Igual que Pablo, pero era diferente, él no se enfermaba.


Alice asintió y se puso de pie con la ayuda de Pablo, que se había parado a una velocidad sobrenatural, para ayudarla.

-Alguien podría verte...

-Nadie mira por sus ventanas a las 12:32 de la madrugada.

-¿Qué hora dices que es? –preguntó ella alarmada.

-12:32 de la madrugada...

-¡Por Dios! Debemos recoger a Victory.

-¡oh! No creo que a Alexander le moleste la verdad, se veía realmente contento con ella.

-Alex odia a los niños chicos –replicó Alice.

-Si, pero es imposible odiar a Victory, es tan adorable, es hija tuya –se encogió de hombros.

-Y hermosa... es hija tuya.

-Lo que digas, enana. Mejor subete al auto o vas a enfermarte y tengo entendido que aún estas en eso que se llama Universidad.

-Igual que tu...

-Si, pero yo estoy en último año –le dedicó una sonrisa torcida- Y enferma no te dejaré organizar una boda, asi que por el bien de tus sueños, será mejor que no te pongas mal... porque poner a Adabella y Amy al mando sería algo—

-¡no! Es mi boda –ella se cruzó de brazos, mientras Pablo cerraba la puerta tras ella y rodeaba el auto para subir él también. Cuando se hubo sentado, Alice recogió las piernas, hasta rodearlas con sus brazos –no quiero que nadie se meta en medio más que tu y yo... bueno y Victory... tiene muy buen gusto para su edad... ¿sabes?

-Ella no es como cualquier niña de su edad –se rió él.

-Si, es como superdotada –Alice suspiró haciendo volar su flequillo mojado.

Pablo se volteó a mirarla y le puso mala cara.

-¿Qué?

-Sé que me dijiste que no fuera tan sobreprotector contigo.. pero... ¿serías tan amable de bajar las piernas del asiento? Si se te humedece el pecho hay más posibilidades que te resfries y—

-Entendía la idea.

Alice bajó las piernas y se envolvió el cuerpo con los brazos.

-Es una reacción reflejo.

-Lo sé, amor.

-¿Realmente voy a ser tu esposa?

-Cuando tengamos los preparativos listos... si.


Alice suspiró y tomó la mano de Pablo que no estaba al volante. El la miraba de reojo, mientras conducía y solo no desviaba la vista de la carretera porque Alice enseguida comenzaba a neurotizarce.


-¿Tan dificil es de creer? –preguntó Pablo que se había mordido la lengua por demasiado rato ya.

-Si.

-No lo comprendo –se rió él- pero ya no trataré más de comprenderte... creo que lo más fácil es simplemente amarte sin cuestionarte.

-Es lo más fácil para ambos... tampoco te comprendo.

-la diferencia esta en que tu hace mucho dejaste de intentarlo.

Alice le sonrió mostrando sus blancos dientes como una niña chica.


Alexander abrió la puerta al primer timbrazo y les sonrió, poniendo su dedo indice en sus labios. Indicando silencio.

-Victory duerme...

-Lo siento mucho, Alex, sé que no te gustan los niños y Pablo—

-Alice esta bien –la cortó Alexander, reparando de pronto en la mano de la chica que se había posado en su fría mano- ¿Eso es un anillo de compromiso? –interrogó de forma automática mirando el anillo en el dedo indice de la chica.


Alice le dedicó una sonrisa deslumbrante y tendió la mano en un movimiento lento, para que Alexander viera el anillo. El muchacho lo examinó al menos por un minuto antes de declarar con aplomo:

-Me encanta, es perfecto para ti, delicado y oscuro, pero muy elegante y caro por sierto—

-No me ayudes tanto –replicó Pablo- odia que gaste dinero en ella.

-Muy barato sin duda alguna –replicó instantáneamente Alexander.

-Claro, ustedes dos son un par de mentirosos, eso es lo que pasa aquí.

-¿mentiroso yo? –preguntó Pablo con inocencia.

-Si, tú.

-Tonta –se burló Alexander mientras se dirigía al bar- Esto merece una celebración. ¿qué desean tomar? Tengo de todo... puedo mandar a que te preparen un martíni –agregó dirigiendose a Alice.

-Solo crema de whiskey, gracias –contestó ella con educación, sentandose en una de las bancas, al lado de su anfitrion.

-La verdad debemos irnos pronto, Alice –replicó Pablo.

-Claro, la celebración en casa –se rió Alexander -¿Por qué no me dejan a la niña mejor? ¿Quieren crearle un trauma?

-No te burles –le frenó Alice enojada. Todos hacían gala de saber mucho sobre su vida sexual desde que se habían mudado a vivir juntos.

-No me burlo.

-Alex...

-Esta bien, ya no lo dejan a uno ni divertirse.

-Diviertete todo lo que quieras, pero no a costa mía

-Me rio a costa de Pablo...

-Como digas.


Cuando finalmente Alexander les dio luz verde para marcharse, fue cerca de las tres de la madrugada. Tuvieron que despertar a la niña para poder ponerle el abrigo, ya que el dueño de casa se lo había quitado para poder acostarla.

Victory apretó la palma de su mano contra el cuello de Alice, somnolienta, mientras miraba a su alrededor, desorientada.

-En casa de Alexander –contestó Alice, mientras abrochaba los botones de la prenda.

¿Nos vamos a casa?

-Si... duermete otra vez.

Pero me van a despertar otra vez para ponerme pijama.

-Si...

Pablo se reía entre dientes mientras las miraba desde la puerta de la habitación de Alexander, junto a este.

-Dice que para que se va a dormir, si la volveremos a despertar para ponerle pijama cuando lleguemos a casa –explicó Pablo al ojiazul.

-Oh, es tan adorable, me encanta cuando me muestra cosas...

-A todos nos encanta –murmuró Pablo.


En el auto, Victory se mantenía atenta a las luces de la calle y aunque ambas manos tocaban la piel de Alice, mientras se sujetaba de su madre, solo le mostraba algo que le llamaba la atención de cuando en cuando.


-Ya duermete –le murmuró Alice, luego de que Victory le mostrara una estrella fugaz que acababa de pasar.

­-Déjala, Alice, nunca te dormiste cuando yo te lo decía.

-Es diferente, tenía dieciséis años –espetó ella, sin despegar la vista de los bucles castaños de su hija.

Pablo rodó los ojos y se sumergió en el estacionamiento subterraneo. Estacionó el automóvil y luego lo rodeó para tomar en brazos a Victory.


Alice lo siguió escaleras arriba hasta el ascensor que los llevaba al último piso, sin decir ni una palabra, continuaba mirando su mano mientras caminaba, perdida en su mundo de fantasías.


Siguió a Pablo de forma automatizada hasta la habitación de Victory, donde lo observó ponerle el pijama y luego meterla a la cama.


La pequeña acercó su mano hasta la mejilla de su padre y la presionó con suavidad.

-Quiero que me cuenten un cuento – exigió.

-Tu madre es la de los cuentos aquí – replicó Pablo, echando una mirada a su novia, que no parecía estar haciendo contacto con la tierra. –Alice... Alice...

La niña volvió a presionar su mano contra la mejilla de su padre.

-Tal vez tiene sueño... –las palabras en su mente las reafirmó con una imagen mental de Alice acurrucada en una cama, mientras Pablo la abrazaba.

Él sonrió y asintió.

-Buenas noches, cariño.

La besó en la frente y se acercó a Alice que miraba por la ventana hacia la calle, por donde pasaba de vez en cuando uno que otro solitario auto. Tocó el hombro de ésta que se volvió a mirarlo, con una expresión de disculpa en el rostro.

Se acercó ella también a Victory y la besó en la frente, se sentó al borde de la cama y comenzó a tararearle una canción de cuna. Antes de que hubiese llegado a la mitad, la niña ya se había dormido.

La observó dormir un largo rato y de pura curiosidad, tocó la manito de Victory, que descanzaba sobre la colcha, ya que la otra, sostenía al gato de peluche contra su pecho. Enseguida se encontró a si misma, sumergida en un verdadero cuento de hadas, lleno de formas difusas y coloridas, que se asemejaban a animales y a personas... Cuando la soltó y recuperó la visión, encontró completamente absurda la burda belleza de aquellas imagenes. Nada se comparaba a ver dormir a su hija, con sus facciones perfectamente relajadas pero aún así, como pulidas en piedra... o en marmol sería más adecuado. Se quedó allí un largo rato, comprendiendo al fin la fascinación que sentía Pablo por verla dormir. Finalmente se puso de pie y besó la frente de la pequeña antes de salir de la habitación; sin embargo, al voltear se encontró con Pablo, que la miraba con adoración, más a ella que a la niña.

Alice se acercó a él y reposó la cabeza contra su pecho, de medio cuerpo, entonces Victory quedaba a la vista de ambos.

¿Comprendiste mi obsesión eh? ―murmuró en su oído.

Si... bastante, aunque ella... es mucho, pero mucho más linda que yo.

Eso es completamente cuestionable

Para ti...

Para todos...

a los que amenazas

Solo si veo tu rostro muchas veces en sus mentes

Alice rodó los ojos.

En serio, no me gusta que te miren.

vas a despertar a Victory, tonto...

...tengo algo para ti...

Ella levantó la vista con una delicada sonrisa en los labios ―¿En serio?

Ven conmigo...


Habitación de ángeles.{algo de trama}

Algo de contexto, para que queden metidos :D

Encendió la luz de la habitación y se paralizó en el umbral.
Sobre la cama deshecha , enterrado en la almohada de cabecera, asomaba el asa de un cuchillo cocinero. Adrianna, se acercó temblando, lentamente, estiró una mano para coger una nota que sobresalía. Sentía que todo le daba vueltas y las letras se arremolinaban ante sus ojos. Miró la nota y apenas tenía coherencia. No podía ser. era su letra. Tomó aire e intentó que sus ojos enfocaran correctamente las palabras.

"Las damas primero, Ade.
No me he olvidado de ti"

La hoja, tembló en sus manos y la dejó caer. Se volteó y salió corriendo del departamento. En cuanto cruzó la puerta, un par de brazos la rodearon por la espalda. Gritó una sola vez, cuando el joven la interrumpió con voz ahogada por la preocupación.

-¡Ade! ¡Ade, tranquila! Soy yo, Cristobal, tranquila.
Ella rompió a llorar de forma histerica. Él, le acarició la espalda con suavidad, obligandola a entrar en el departamento.
-¡No! ¡No! ¡Estuvo aquí!
-No hay nadie más aquí. Cariño, tranquila.
La obligó a sentarse en el sillón y la acunó contra su pecho.
-Está bien, ¿si? Mira, no hay nada.
-Él estuvó aquí -sollozó ella- estuvó aquí. Dejó una nota, dejó una nota y se fue. Quiere matarnos.
Existe una sola e inevitable verdad y es que nunca somos verdaderos, hasta que la tormenta está sobre nuestras cabezas.
Pues la lluvia, se lleva todas las máscaras, la lluvia quita toda cáscara. Y peor aún es cuando el sol no sale y salimos fuera de nuestros cascarones a echar un vistazo y nos encontramos con la más triste y oscura realidad. El verdadero rostro del resto y peor que aquello, el verdadero rostro nuestro.