No escribo para hacer historia, sino para contar una historia que tomó forma por si misma a través del tiempo. No escribo para que les guste, escribo porque yo lo amo. No escribo para ustedes, escribo para los personajes, pues son quien necesita vida. No escribo para que les guste, sólo escribo por contar.

Un poco de contexto

Querida Alice:


Imagino que en este minuto debes de odiarme y no puedo culparte. A estas alturas de la vida te lo he arrebatado todo, como tú misma dijiste esa noche hace ya veintitrés días; tu inocencia, tu juventud, tu futuro y casi la vida, o tal vez, eso también te lo arrebaté ya. No pretendo quitarte nada más embaucándote en una guerra que no es tuya.


Sé que hay cientas de cosas que nunca te dije, debo decir que puedes sentirte orgullosa de ti misma, porque siempre llevaste la razón al decir que yo nunca te dije la verdad absoluta acerca de nada. Muchas veces solo mentiras y otras tantas solo una pequeña parte de la verdad. Todo a medias.


Antes de que empieces a hiperventilar, debes comprender que todo lo que hice, fue siempre pensando en lo mejor para ti. No podría soportar verte caer consumida por mi mundo, verte en peligro por mi condición y la de mi familia.


En primer lugar esta el asunto de Victory. Si me la he traído conmigo, es por tu bien. Ella también corría peligro, es verdad, pero con los de nuestra clase, estaba mucho más segura ella y lo que es más importante, estabas a salvo tú; Te juro que daría mi vida a cambio de que no estuvieras sufriendo ahora, pero era necesario alejar todo peligro de ti, incluida ella.


No soy muy optimista, a diferencia de Adabella y José Miguel, respecto a las posibilidades que tenemos de salir con vida de esto y bueno... como en las películas, es necesario que, cuando todos mueren, quede alguien que cuente la historia. Ese alguien eres tú, Alice.


Es verdad, te mentí, y mucho, tal vez las mentiras doblen a las verdades que te dije, pero eso se acabo, es hora de que te enteres de todo, porque probablemente cuando recibas esto, estemos todos muertos...


Apenas había comenzado a escribir y tal como le había sucedido con otra decena de cartas, se sentía incapaz de continuar. Enterró el rostro entre sus manos por apenas unos segundos y luego levantó la vista hasta el papel amarillento y viejo que yacía en el escritorio, con los trazos irregulares de su caligrafía muy marcados en el.
Pablo arrancó la hoja y la lanzó al papelero.


{Prefacio Alternativo del Libro Rojo, el prefacio real, es sólo mio}

Existe una sola e inevitable verdad y es que nunca somos verdaderos, hasta que la tormenta está sobre nuestras cabezas.
Pues la lluvia, se lleva todas las máscaras, la lluvia quita toda cáscara. Y peor aún es cuando el sol no sale y salimos fuera de nuestros cascarones a echar un vistazo y nos encontramos con la más triste y oscura realidad. El verdadero rostro del resto y peor que aquello, el verdadero rostro nuestro.